domingo, 2 de noviembre de 2008

Llorar el llanto

*Gulp, gulp* Y trata uno de seguir como si nada, pero ese afán de quererse tragar el llanto sólo lo posterga.
El Principito dice que si uno no necesita razones para reír, por qué necesitaría razones para llorar. Yo lo reflexiono por un minuto y le doy la razón. El Principito propone llorar de distintas formas, como si se estuviera preparando un personaje. A mí me parece una propuesta maravillosa esa de hacer del llanto algo productivo.
Luego me pongo a pensar que, finalmente, el llanto siempre es productivo. Una llora la frustración, la tristeza, la rabia, la felicidad, la desesperanza, el éxtasis. Y claro, en casos como éste, uno llora el llanto sin que eso sea redundante, llora la angustia cimentada en la nada, llora las lágrimas que parecen pedir a gritos ser lloradas.
Si lo vemos desde la perspectiva de una de las que me habitan, ese llanto es más bien una medida de precaución, es sólo abrir el grifo un rato para que la presa no termine por explotar. Exceso de lágrimas ¿Se habrá visto cosa así antes?

El gran Girondo diría:
Llorar a lágrima viva.
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando.
Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo...
si es verdad que los cacuíes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz, con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría.
Llorar de frac, de flato, de flacura.
Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!


Y yo digo ¡salud! mientras lloro el llanto llorando.