Después de andar con ánimo bajo y cambiante, logré enfocarme un poco y empecé a sentirme mejor. Paso por paso, como me dijo mi Principito.
Curiosamente, el viernes en una comida de cumpleaños, empezaron a hablar de cuando uno se siente detenido y sin rumbo, entonces una mujer dijo que cada vez que sentía eso se ponía a ordenar su casa. No es que tuviera complejo de Bree Van de Kamp, sino que (según lo que ella dijo), ese es uno de los principios del feng shui.
Para mí tiene mucho sentido porque, finalmente, es representar de forma física un cambio interno. Como cuando congelas a alguien, como cuando cambias de look...
La cuestión con la limpieza de este tipo es reordenar todo, limpiar cada rincón polvoriento, deshacerse de lo que ya no se necesita y darle uso a aquellas cosas que quedaron enterradas entre un montón de chucherías.
Limpiar y ordenar es casi catártico, pone las cosas en perspectiva, me hace sentir más ligera y casi pareciera que también he hecho espacio en mi cerebro para que quepan más cosas y para que los pensamientos funcionen con mayor soltura.
Claro que apenas empecé, un domingo no es suficiente para terminar con el tremendo desorden que tengo en mi cuarto.
Y, como firme creyente en la entropía, de ninguna forma me propongo mantener ese orden por mucho tiempo.