La última vez que nos vimos me dijiste que había suficiente luna para todos. Yo, como siempre, tardé varios años en comprenderlo.
Esa noche te fuiste caminando a pasos lentos y nunca miraste hacia atrás. Lo sé porque me quedé esperando a que lo hicieras, tanto tú como yo sabíamos que si veías todo aquello que estabas dejando, no podrías irte jamás.
Por mucho tiempo pensé que habías tenido que marcharte, que no tenías otra opción, que era absoluta y totalmente necesario. Ahora sé que quisiste irte, que lo deseabas y eso hace más maravillosa tu partida.
Hasta hoy no había pensado en la posibilidad de tu regreso. Quizá porque pensé que te ibas forzado, quizá porque era más fácil archivarte en el cajón de los que no volverán.
Aquella noche la luna ni siquiera brillaba mucho, no era luna nueva ni llena. Me quedé parada tratando de encontrarla entre las nubes y sólo alcancé a ver una uñita de luna "Pinche luna pichicatera" pensé "no alcanza ni para despedirte a ti".
Hoy camino en esta hermosa tarde y una luna tempranera parece acompañarme. Recuerdo la luna de aquella cena con los amigos, la del cumpleaños de mi hermana, la luna esplendorosa que no me dejó dormir por días cuando más cansada me sentía, aquella luna discreta que iluminó mis besos... Tengo una luna para cada momento divino.
Hay suficiente luna para todos.