miércoles, 16 de septiembre de 2009

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Los muertos no escriben...




tal vez un día resucite y venga a decir algo... no lo sé.




Adiós.

jueves, 10 de septiembre de 2009



















Tal vez mañana... hoy las letras son animales sin domesticar y pegan duro.

Ternura

"Sin ternura se seca todo... hasta el amor"...


Hernaldo Zúñiga dixit.

Lo que pasa cuando no sé dónde dejo mi Tafil y mi Ativan...

Llegar a casa y sentir un nudo en la garganta.
Tienes ganas de llorar, quizá te sientes sola, quizá es sólo una maldita y repentina melancolía sin razón.
Pero ahí está el sentimiento y ahí estás tú en tu cuarto sola. De cierta forma de autocompadeces sólo para reprenderte al siguiente segundo porque nunca te lo has permitido.


¿Eres fuerte? ¿Qué tan fuerte? ¿Cuánto tiempo vas a poder detener el llanto?

Te cuestionas muchas cosas como, por ejemplo, si alguna vez te has dejado caer, realmente caer. Y tienes miedo, tal vez esta sea de las pocas veces que aceptes que tienes miedo.
Ese mismo miedo te impide hablar de las cosas que lo causan. No quieres llorar sola pero estás sola. Quisieras tomar el teléfono y marcar el número, pero sabes que no tienes derecho a importunar a alguien que se está divirtiendo.


Entonces fluye, nunca has sido buena para postergar las lágrimas y te sientes tan tonta llorando ahí que quisieras dormirte y despertar habiendo olvidado todo.

Cada error, cada reproche, cada sueño incumplido... todo se te viene ahora encima como una terrible maldición ¿Por qué ahora? ¿Por qué esta madrugada?

No tienes derecho a compadecerte, has sido tú la que ha dado cada paso, la que ha tomado cada decisión.




Maldita fiebre...

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Estimado Morfeo:

No me mandes a dormir cuando planeo pasar la madrugada entera observando la luna. Poco me importa si en tu agenda dice que es mi hora de cerrar los ojos o si crees que debería pasar más tiempo soñando que buscando estrellas.

¿Para qué me quieres dormida sin sueño? Sería como si de pronto llegase La Muerte a pedirme que escatime la vida porque ella llegará por mí algún día.

Sabes muy bien que te quiero y que esto que tú y yo tenemos es algo sólido y duradero, por eso no olvides que me conociste rebelde y necia. No pretendas que de pronto sea una sumisa que vaya a la cama cuando tú lo ordenas.

Tampoco es mi intención hacerte enojar, sé de sobra lo que sucede cuando te marchas iracundo y me abandonas. Sólo quiero que recuerdes las madrugadas que hemos compartido, ésas en las que no faltan las risas, ésas en las que la creatividad fluye en torrentes inmensos.

Recuerda que más que una discípula, he sido una compañera y que mis ocurrencias te han salvado de morir de aburrimiento mientras el resto del mundo, obedientemente, duerme.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Café con dos de saudade

Cansada y con poca gana he caminado por las calles. Un músico ciego tocaba eso de A kiss is just a kiss.

El sol quiso salir un poco. Y sobre todo las calles se sienten tristes. Me hace una enorme falta tu presencia cariñosa, cuidadosa, paciente. Por eso entré a un café, para estar contigo, como siempre has estado, como nunca has estado, como estás y estarás.

No me gusta escribir al aire, porque ese aire es distancia, y las palabras son unas desgraciadas que en cualquier descuido se apoderan de la situación. Prepotentes de mierda, que nos envuelven. Cuánto más quisiera que me envuelva tu linda y dulce presencia. Dentro de la sencillez y la torpeza de una taza de café.

Te quiero, te extraño, te abrazo.

domingo, 6 de septiembre de 2009

La vida es sabia

A pesar de ser rebelde y terca por naturaleza, siempre he confiado en que la vida es más sabia que yo y, por tanto, tengo mucho que aprenderle.

A veces te llueve sobre mojado, otras la sequía desespera, a veces la tempestad y la calma verdaderamente parecen la misma cosa. Pero todas esas veces la vida te pone enfrente lo que necesitas, te guste o no.

Caminé por el pasillo del Salón Morelos hasta llegar a la mesa en la que me esperaban Luis y Liliana, estaba sorteando mesas cuando me fijé que la mesa de al lado, que antes estaba vacía, ahora era ocupada por dos hombres cuya presencia resaltaba en el salón como dos estrellitas coloridas. Yo diría que parecían chamanes, otros dirían que se veían pintorescos.

Entre el ruido que ya para ese entonces me parecía infernal de una banda de covers más mala que la leche agria, el más joven de aquellos hombres intercambiaba palabras sueltas con nosotros: era imposible llevar una conversación si al ruido se le sumaba la distancia entre las mesas.

Después de un momento Luis acompañó a Liliana al baño, así que yo me encontré en la mesa sola. No había mucho hacia donde voltear: atrás de mí estaba la mesa de los acosadores guiña ojos, enfrente la pared, a un lado una columna y del otro la mesa con los chamanes, la mesa multitudinaria y al fondo la banda del infierno. Me decidí por ese lado de opciones múltiples.

El chamán más joven dejó su cerveza en la mesa y se acercó a mí -Enséñame tu mano izquierda- Yo obedecí de buena gana. Parado a mi lado me leyó la mano brevemente, en ningún momento buscó en mis ojos aprobación, sólo afirmaba. Evidentemente no pienso revelar lo que me dijo, sólo diré que lo que me dijo ya lo sabía y es cierto.

Cuando Liliana y Luis regresaron a la mesa, Benjamín (más tarde supe que ese es su nombre) dio por terminada la lectura y regresó a lo suyo.

Para mí es algo común que ciertas personas quieran leerme la mano o las cartas. Me lo han ofrecido muchísimas veces. Una vez me abordó una gitana en el Barrio Antiguo, para cuando me di cuenta ya estaba rodeada de gitanas y no me quedó de otra más que estirar la mano, otra vez me la leyó Raúl (en la facu) porque tenía algo que decirme, y ahora permití que el colorido Benjamín la leyera. Las demás veces siempre me he negado, como una respuesta instintiva, por más que me insistan, aunque intenten tentarme al asegurarme que tienen mucho qué decirme.

Supongo que sólo acepto cuando me toca escuchar el mensaje que la vida tiene para mí.