martes, 2 de diciembre de 2008

¿A qué sabe mi patria?

"La patria es el sabor de las cosas que comimos en la infancia", dice un proverbio chino.

Señores y señoras, mi patria me sabe a esos saquitos de piloncillo que venían envueltos en hoja de maíz. Tenía que subirme a un banquito para llegar al estante de la alacena donde se encontraba tan delicioso tesoro. Me metía el cacho completo a la boca (si mi memoria no me falla, tenían forma de cacahuate sin pelar) y lo iba chupando hasta que se deshacía en mi boca.

Mi patria también sabe a tamarindo fresco, directo del árbol que tenía la familia de Gaby en su casa. Tamarindo clandestino que pelábamos y comíamos escondidas en el cuarto de lavado, guardando lo mejor que podíamos las evidencias del posterior e inevitable dolor de estómago.

Sabe a la nieve de garrafa, a los buñuelos bien remojados en miel de piloncillo hasta que quedaban aguados.

A esos inmensos vasos de jugo de limón con cuanta cosa se me pusiera enfrente que aún hoy me sigo preparando y que todavía me hacen salivar de sólo recordarlos.

Galletas de mantequilla con nuez que hacía mi mamá y cuyo aroma llenaba la casa y anunciaba la llegada de la Navidad.

Patria es también el dulce de dátiles y nuez que hacía la señora Aída. Las esponjas, los Motitas de plátano o menta, los Bublis de tutti frutti.

Granadas, higos, duraznos, manzanas, limas, chabacanos, peras y limones; todos recién cortados de los árboles de jardines familiares. Todo eso sabe a patria.

Hay añoranza en el recuerdo del sabor de los KrisKras que me llevaba mi abuela. Mi patria tiene la alegría que me causaba la calabaza en tacha, señal inequívoca de la llegada de Día de Muertos; los caramelos Acuario (comprados en las dulcerías de Woolworth) con sus características pasitas que siempre aparecían en las bolsas de dulces de Halloween.

Recuerdos de los pepinos con limón y sal sazonadora en casa de Mónica, agua de limón y panettone de casa de Rando.

El Principito dice que la razón por la que aún mantengo la esperanza es, precisamente, porque mi infancia (y por tanto mi patria) sabe a piloncillo…