Los días resbalan entre el tráfico, lluvia y trabajo, no es nada fácil, la verdad, distinguir un lunes de un jueves; solamente mirando hacia atrás soy capaz de predecir hacia dónde sopla el viento, con la densidad del aire que entra y sale de tus pulmones.
No somos más que dos llaves que han perdido su cerradura, y sólo queda una entre un millón de posibilidad de tenerte de vuelta.
Por eso se van desprendiendo una a una las letras sobre la mesa, tratando de formar la frase perfecta para lograr tenerte aquí, conmigo, van descendiendo como nubes de algodón dulce hasta mis temerosos labios, las letras se consumen en una calada lenta y desesperada, sin llegar a acertar en el centro de la diana, porque tu corazón tan confuso parece a punto de romperse en todos los puntos de inflexión, convexidad implícita, como en los mapas de carreteras.
Se cierran puertas y ventanas, supongo que ya no queda más que hacer.
Echarte de menos es la sucesión de lo mismo, incapaz de olvidarte, quizás son las ganas explicarte al oído todo lo que siento, ya que únicamente me sincero a través de frases sueltas gritadas en la silenciosa madrugada cuando todos escuchan pero nadie como quisiera en realidad.