Me parece que te has perdido, me parece que hace tiempo no sonríes y que si lo haces, es sólo una de esas sonrisas-máscara que se usan para alejar a los preguntones.
Hay noches en las que siento tu alma acercarse, sobrevolando mi cueva. Es como si tu alma escapase hasta aquí para pedirme que tome tu mano y te diga que todo va a estar bien.
Me parece que tu alma quiere que te rescate.
¿De qué?, te preguntarás.
Ya he pasado por esto antes. Han tratado de rescatarme, de salvarme, de darme una mano, lanzarme un salvavidas. Nunca he comprendido totalmente de qué han querido salvarme pero tengo la sospecha de que han querido salvarme de mí misma y de eso, querido, no hay salvación.
Es algo que ambos sabemos muy bien y de sobra.
No es que no se pueda salvar a uno de sí mismo, es que no hay necesidad. Y es que las sonrisas están sobrevaluadas, a veces se nos olvida que la sonrisa pública es una forma más de mostrar los dientes y que puede uno sonreír con el corazón, con el cerebro.
Tampoco es necesario que uno se pase la vida de una sonrisa a otra, fruncir el ceño, quedarse pasmado, inexpresivo, usar una mirada analítica o maliciosa; todo eso le pone sabor a la vida.
Por eso, no te preocupes. Cuando llegue tu alma a visitarme la invitaré a tomar una copa de vino, sacaré el último poema de mi loca imaginación y se lo recitaré una y otra vez hasta que termine siendo otro totalmente distinto, hasta que tu alma se tranquilice o se olvide y vuelva a ti en paz.
Y cuando decidas no estar más perdido, también tendré una cerveza esperándote.