¿Y bueno, no puedes decir que no?
Nunca hubiera imaginado que Herman Hesse daría la respuesta que andaba yo buscándole en mi cama, dando giros, saliendo de casa, entrando de nuevo, sentada en la banqueta, viendo el cielo, empapándome.
Que todo lo que no había afuera lo tengo por dentro que ni los apapachadores abrazos de Morfeo traían consigo tanta paz como la voz que esta tarde escuché.
“¿Y quién buscaba entre los escombros de la propia vida el sentido que se había llevado el viento, quién sufría lo aparentemente absurdo y vivía lo aparentemente loco y esperaba secretamente aún en el último caos errante la revelación y proximidad de Dios?”
Lobo estepario