viernes, 30 de mayo de 2008
jueves, 29 de mayo de 2008
Recobranzas
Bien es cierto que no soy de Baja California, ni nací en un 1981 porque mis muchos años y un acta de nacimiento que tiene Nuevo León de mí me lo dicen. Mi corazón me dice que no soy de ningún lado, que igual podría vivir aquí que allá o donde fuese. Hace tiempo le decía a Picasso de la India, y a pesar de lo que me dijo, lo he perdido de vista. A ambos, a Picasso y a la India. ¿Qué es de la vida de la gente? Eso de irse, de perderse y encontrarse de nuevo o quizás no verse ya nunca. No lo sé, sólo sé que el día de hoy me encontré con un comentario del fabuloso Picasso y un mensaje en mi correo, también de él, donde me cuenta muy escuetamente lo que ha sido de él. Mañana viernes lo veré.
martes, 27 de mayo de 2008
Nada permanece
Decía un buen sabelotodo que todo fluye, todo cambia, nada permanece.
Hay personas que odian los cambios. A veces, incluso, están instaladas en una mala situación, la asumen, se acomodan, dan por hecho que es lo que hay, que no puede ser de otra manera y que la espera es la única "acción" que hará que las cosas mejoren.
Se dice que más vale malo conocido y para muchas personas eso es un dogma de vida, la primera regla de la que echan mano cuando algo les asusta, cuando tienen posibilidad de cambiar las cosas.
Pero esas personas no tienen en cuenta que anclarse en esa situación no hará que no existan cambios, porque los cambios van más allá de uno, dependen de múltiples variables que se escapan al control personal.
Hay gente que odia los cambios porque cuesta muchísimo trabajo acomodarse a una nueva situación cuando uno ya está felizmente instalado en la más asqueante de las realidades, pero, pese a todo, pese al esfuerzo personal de mantanerse inerte, pasivo y sin reflejo... gracias a Heráclito... todo fluye, todo cambia, nada permanece.
lunes, 26 de mayo de 2008
Murió Sydney Pollack... estoy triste
El director Sydney Pollack, uno de los rostros emblemáticos de Hollywood que ganó el Oscar por Out of Africa y obtuvo gran éxito con la comedia Tootsie, ha muerto. Tenía 73 años.
Pollack falleció de cáncer este lunes por la tarde en su casa de Pacific Palisades, rodeado por su familia. Hace unos nueve meses le diagnosticaron la enfermedad.
Pollack, que en ocasiones solía aparecer en la pantalla, obtuvo el respeto de los mejores actores de Hollywood en una larga carrera que alcanzó renombre en la década de 1970 y de 1980, aunque realmente se lanzó al estrellato con They Shoot Horses, Don't They?, de 1969. Una de las cintas en las que actuó fue Eyes Wide Shut, la última de Stanley Kubrick.
A fines del año pasado interpretó a Marty Bach acompañado por George Clooney en Michael Clayton, cinta de la que Pollack también fue coproductor y la cual recibió siete nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Película y Mejor Actor por el papel de Clooney.
Pollack falleció de cáncer este lunes por la tarde en su casa de Pacific Palisades, rodeado por su familia. Hace unos nueve meses le diagnosticaron la enfermedad.
Pollack, que en ocasiones solía aparecer en la pantalla, obtuvo el respeto de los mejores actores de Hollywood en una larga carrera que alcanzó renombre en la década de 1970 y de 1980, aunque realmente se lanzó al estrellato con They Shoot Horses, Don't They?, de 1969. Una de las cintas en las que actuó fue Eyes Wide Shut, la última de Stanley Kubrick.
A fines del año pasado interpretó a Marty Bach acompañado por George Clooney en Michael Clayton, cinta de la que Pollack también fue coproductor y la cual recibió siete nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Película y Mejor Actor por el papel de Clooney.
La última participación de Pollack en la pantalla fue en Made of Honor, una comedia romántica actualmente en exhibición en los cines, donde actuó como el padre del personaje interpretado por Patrick Dempsey.
En los últimos años, Pollack produjo muchas cintas independientes junto con el cineasta Anthony Minghella y la compañía productora Mirage Enterprises.
En los últimos años, Pollack produjo muchas cintas independientes junto con el cineasta Anthony Minghella y la compañía productora Mirage Enterprises.
El mayor éxito de Pollack fue Out of Africa, de 1985, protagonizada por Robert Redford y Meryl Streep, que ganó el Oscar al Mejor Director y a la Mejor Película.
Otras cintas notables suyas incluyen la comedia Tootsie, protagonizada por Dustin Hoffman, y la película romántica The Way We Were, en la que actuaron Redford y Barbra Streisand.
Pollack, nacido en Lafayette, Indiana, era hijo de estadounidenses de ascendencia rusa.
En la secundaria se enamoró del teatro, una pasión que lo impulsó a renunciar a la universidad, mudarse a Nueva York e inscribirse en la Neighborhood Playhouse School of the Theater, una escuela de actuación.
Pollack estudió bajo Sanford Meisner, con quien pasó varios años mejorando sus conocimientos y adquiriendo experiencia en varias áreas del teatro, hasta que se convirtió en su asistente.
Tras participar en un puñado de producciones en Broadway en la década de 1950, comenzó a interesarse por la dirección.
Otras cintas notables suyas incluyen la comedia Tootsie, protagonizada por Dustin Hoffman, y la película romántica The Way We Were, en la que actuaron Redford y Barbra Streisand.
Pollack, nacido en Lafayette, Indiana, era hijo de estadounidenses de ascendencia rusa.
En la secundaria se enamoró del teatro, una pasión que lo impulsó a renunciar a la universidad, mudarse a Nueva York e inscribirse en la Neighborhood Playhouse School of the Theater, una escuela de actuación.
Pollack estudió bajo Sanford Meisner, con quien pasó varios años mejorando sus conocimientos y adquiriendo experiencia en varias áreas del teatro, hasta que se convirtió en su asistente.
Tras participar en un puñado de producciones en Broadway en la década de 1950, comenzó a interesarse por la dirección.
domingo, 25 de mayo de 2008
Comer prójimo
En un ser humano puedes remover quirúrgicamente un riñón, un pulmón, el estómago, 3/4 del hígado, 3/5 partes de los intestinos y aun así, sobreviviría... Cantidad de personas que están considerando en este momento renunciar a sus empleos: 4 de cada 10... El número de niños intoxicados el año pasado por comer colillas de cigarro: 8,000... El número de químicos en una taza de café asciende a más de 1000...
En esta entrada: Un breve elogio gastronómico
En esta ocasión, amables cyberlectores, me permito compartir con ustedes las bondades de un régimen alimenticio que vengo practicando desde hace 20 años (los primeros... no cuentan) con excelentes resultados, tanto para la salud física como para la higiene de mi entorno social. Esta fórmula dista mucho de las modernas prácticas veganas, macrobióticas o dianéticas, y supera por mucho la infalibilidad del fat away o fórmulas similares.
De hecho, es una práctica bastante antigua pero no por eso menos efectiva. Con hábitos alimenticios que permiten mantener las tradiciones culinarias de México, haciendo uso de chiles, aguacates, jitomates y otras variedades autóctonas, y que honran al mismo tiempo algunas tradiciones y costumbres de diversos pueblos del globo, desde África hasta Nueva Zelanda, pasando por tierras yanquis o apaches.
Probablemente has escuchado la frase coloquial "comerse al prójimo", que se refiere a la tarea básica de entretenimiento a la que se dedican quienes asisten más por obligación que por convicción a misas, eventos sociales o universidades, con el fin de mitigar el aburrimiento de dichos lugares; pues bien, mi dieta se basa en esta técnica, sólo que llevada de manera más literal, o como decían los viejos, "a pie juntillas". Así es amigos, me alimento con carne humana.
La antropofagia, canibalismo o projimofagia es una práctica que aún incomoda a algunos, sin embargo no creo conocer ningún hábito particular de grupo étnico alguno que goce del reconocimiento, admiración y tolerancia de toda la humanidad. Es bien sabido que nuestro único acuerdo como especie es que nunca podremos ponernos de acuerdo en todo. Por eso quiero compartir contigo más que un recetario o un libro de cocina: compartiré los beneficios inmediatos de comerse al prójimo, para que al final, la última llamada sea la tuya, si decides que la antropofagia te va bien.
De entrada se debe reconocer la facilidad de abasto de la materia prima. Lo bueno de comerse al prójimo es que hay muchos y muy cercanos, vaya, hay prójimos muy próximos. Los prójimos se dan en tamaños y presentaciones muy diversas. Esto garantiza que el menú nunca es el mismo y nos mantiene lejos de caer en el aburrimiento por la rutina. Lo malo de las dietas de pollo o vegetales, es que todas son iguales: una vez que te has comido un pollo (no es nada en contra de mi amiga Pollo, aunque no se escapa de ser mi prójima) no hay nada nuevo. En el caso poco probable de que te toque un pollo de dos picos o tres patas es lo mismo: sabe a pollo. Pudieran debatirme las organizaciones anticanibalistas del mundo y argumentar que los perros, por ejemplo, tiene pintas varias y eso los hace diferentes.
Amigos globalifóbicos: Un perro sabe a perro sin importar su raza. La esencia de todos los perros es la misma, es más, si le das a probar a alguien un buen trozo de perro, digamos french poodle, te va a contestar casi siempre lo mismo: Sabe como a pollo. En el caso de los vegetales es igual: una espinaca es como todas las demás espinacas.
En la projimofagia esto no sucede, si los seres humanos somos notoriamente distintos por fuera no debes sorprenderte al saber que nuestras diferencias se acentúan aún más al interior, haciéndonos particulares, gastronómicamente hablando. Tengo la teoría de que nuestro sabor reside en el ADN, único e irrepetible. Estas diferencias interiores tienen que ver también con la esencia humana: religiosidad, principios y valores, convicciones políticas y preferencias sexuales, nos hace tener a cada uno, un sabor peculiar, y debo decirte que es muy diferente la sazón de un morenazo judío ecologista homosexual al insípido sabor de un hombre caucásico protestante republicano homofóbico. Una María zapoteca tiene un sabor muy diferente a la María chontal y aún entre las madres y las hijas chontales hay sabores diferentes; pero creo que me gana la emoción y empiezo a divagar.
Les comentaba que los prójimos son muchos, por lo que el abastecimiento de sus despensas no será un problema, este es el primer gran beneficio, además de que se acabaron las largas colas de los supermercados leyendo revistas que a nadie interesan, constatando la falta de vocación, capacidad e inteligencia de las cajeras y gerentes, y siendo bombardeados por el 30% de descuento en los productos pipiolo.
Salvo algunos vericuetos legales que debes aprender a sortear en la projimofagia, encontrarás además una oportunidad para reavivar los instintos humanos más atrofiados, entre ellos el instinto cazador que distinguió a nuestros antepasados mucho antes de las glorias del progreso.
Antes de los rifles y escopetas, del Oxxo y la entrega en 30 minutos o tu pizza gratis, hubo una época gloriosa en la que el hombre salía pedernal de obsidiana en mano a enfrentarse, muchas veces en condiciones inferiores, a especies que representaban un suculento bocado: aun más, cuando el cazador no lograba el éxito en su campaña se liaba a macanazos con un prójimo y se lo almorzaba.
De cualquier forma, el salir a corretear la chuleta implicaba eso: un esfuerzo que agudizaba los sentidos, convirtiendo a nuestros antepasados en perfectas máquinas de acción. Una etapa de la raza humana muy distante si se compara con los campeones del control remoto y el, préstame tu Chevy para ir al baño, de nuestros tiempos.
La antropofagia aplicada al prójimo es también un método de higiene social poco utilizado: Si sospechas que tu vecino salió tan campante de Almoloya en un carrito de la lavandería, tienes la oportunidad de hacer de este planeta un mejor lugar donde vivir: Cómetelo. Si tu compañero de trabajo te plagia los proyectos y el jefe te jode continuamente la borrega: Cómetelo. Si la Selección de tu país no gana un juego y está en riesgo de no ir al Mundial: Cómetelo. Si el diputado de tu municipio se ganó el mote del Dipotubo por su afición a la inspección de table dances en lugar de cumplir con el compromiso para el que fue elegido: Cómetelo. Si el obispo no deja de hacer olas por el asesinato de un cardenal narco: Cómetelo. Si el mono que te gobierna y por el que además nunca votaste pone en riesgo la economía, la paz social y la gobernabilidad: Cómetelo.
Creo que captas la idea.
Los projimofagos del mundo cumplimos con patrióticas funciones mientras nos alimentamos, y en países como México, hay un excedente de prospectos por devorar, cada uno más suculento y merecedor de la cazuela que el anterior; puedes levantarte cada mañana sabiendo que deliciosos manjares esperan por ti.
El canibalismo representa también una opción microeconómica más efectiva que el Programa Changarro que tanto promovió Fox el de las botas, y en varios países africanos es el motor de la industria y el comercio, ya que todo se aprovecha en el prójimo: con los huesos se hacen botones, con el cabello estropajo, con las uñas se hacen polvos afrodisiacos (la uña de gato no es nada comparada con la uña de humano), con la piel se hacen lámparas (pero eso, tú ya lo sabías) y con la grasa: jabones; la imaginación es el límite.
Si tienes dudas, escríbeme y con gusto te haré llegar un manual con las tecnologías domésticas más populares. Con el tiempo aprenderás, querido lector, a seleccionar las partes más sabrosas de cada sujeto, pero te puedo adelantar que dependiendo del prójimo a devorar, algunos órganos son más tiernos, jugosos y suculentos que otros: la lengua de político, la nalga de striper, la barriga de pulquero, el cerebro de cualquier productor de Televisa, etc.; ante todo, recuerda que salvo las partes mencionadas anteriormente que sirven para aliviar la economía familiar, todo lo demás se come. Los beneficios sociales y económicos han quedado demostrados.
En cuanto a los beneficios físicos del canibalismo, baste decir que raras ocasiones un prójimo se deja cocinar sin oponer resistencia o hacerla de jamón. De ahí obtienes un workout que te envidiarían Ana Gabriela Guevara, Arnold Schwarzenegger o Vin Diesel. La lucha promedio con tu prójimo antes de declararlo clínicamente en rigor mortis dura aproximadamente 40 minutos y exige el esfuerzo físico equivalente a correr media maratón, boxear quince rounds con Julio César, acompañar a Madonna en una de sus giras o moderar el debate público entre Calderón y El Peje.
Definitivamente la motivación por el ejercicio de la projimofagia, como ves, amable lector, no es un problema. Anímate y descubrirás que el mundo ofrece una opción de valor nutricional, social y económico en esta aventura. Y si queda algún resquicio de duda en tu corazón, déjame mencionarte a algunos projimofagos célebres: desde Atila el Huno, Jodie Foster, Luis Pasteur, Jordan, Carlos Monsiváis, Andrés Bustamante, Mónica Seles, el güey que inventó el microscopio, mi tía Lucrecia, Carlos Salinas, la familia Slim, George Michael, Marco Polo, Octavio Paz, Marie Curie y Lucero la de Mijares.
¿No estás convencido aún?
Todo es cuestión de digerir la idea... manjar metafísico por excelencia.
viernes, 23 de mayo de 2008
La soledad
La soledad es sustantivo femenino y no creo que sea casualidad (digo, salvando a Saussure), es un decir. Es femenino porque suele ser, en mi caso, buena compañía, o mejor, buena compañera.
He aprendido a conocerla y apreciarla, me ha acompañando largo y tendido en días desasosegados, terribles, bajoneados. Y vaya que me ha servido y hasta consolado.
He aprendido a conocerla y apreciarla, me ha acompañando largo y tendido en días desasosegados, terribles, bajoneados. Y vaya que me ha servido y hasta consolado.
Con ella puedes gritar hasta destrozar tus propios tímpanos y no se queja; estoica te escucha. A ella le puedes contar mil historias, falsas o verdaderas, llenas de rencor o amor, llenas de esperanza o muerte, y tiene la capacidad de sólo escuchar y no reprocharte nada, y lo mejor es que de verdad te escucha, te presta atención, te oye.
Pero, a veces, sucede que uno ahuyenta a la soledad, ella no quiere irse, pero uno la ahuyenta o permite que otros la ahuyenten… y se va.
La soledad sabe cuándo irse, cuándo es necesario dejarte solo, y ahí, no hay nadie que la detenga, ella es comprensible y sabe lo que hace. Pero lo malo es que hay momentos que es necesaria y nosotros la ahuyentamos, y ahí, ahí sí que viene un desmamonamiento interno y a ver quién nos libra.
La soledad sólo puede ser negativa cuando alguien se siente solo estando acompañando.
La soledad es la voz de uno acallada, es un grito silencioso, sincero y, claro, menos mediático. A la soledad hay que arrullarla, y también hay que saber vivir sin ella.
Pero sobre todo, la soledad tiene una finalidad, una de las más apreciadas: la soledad te ayuda a olvidarlo todo para recordarlo para siempre…
jueves, 22 de mayo de 2008
Tentación
José me pidió que llevara una botella de tequila Don Julio a la mesa catorce. Desde la barra y en cuanto recibí la orden, observé al sujeto que la ocupaba. Era un hombre apuesto, que debía andar por la treintena de años y que vestía un poco como un criminal: sus ropas, sus guantes y el pasamontañas eran de un negro profundo. Inquieto, me observaba desde su lugar y yo, satisfecha por encontrar simpático al primer cliente de la noche, me dirigí sin prolongar la espera.
Ya de cerca lo encontré más atractivo aún. Tenía cejas hirsutas y de un azabache casi tan profundo como el de sus prendas. Los ojos eran exquisitos en tanto que manifestaban una tristeza incurable. Lo saludé:
– Hola, guapo.
– Hola, mujer – respondió.
Su voz era dulce y casi me estremecí al escucharla. Acto seguido, le pregunté qué hacía un hombre tan bien parecido en ese lugar, refugio de esperpentos sin remedio ni mejoría y de fracasados incapaces de conseguir por su propia cuenta la mujer con la que soñaban. Contestó a eso diciendo que yo no debía juzgar a quienes frecuentaban estos sitios y menos frente a un cliente. Me pareció razonable, mas le dije que pretendía hacerle un cumplido. Después me dijo que su padre lo había enviado aquí como recompensa por haber cumplido satisfactoriamente una misión que le había encargado. Me contó que entre tanto había tenido que abstenerse de frecuentar mujeres y que esa era una urgencia en aquel momento.
Quise saber más sobre la misión, pero ya no me dio más detalles. Sonó entonces una de mis canciones favoritas y lo invité a bailar, pero se negó y fue directo al asunto.
– Mira, mujer, tengo prisa – dijo – y quiero estar en casa lo más pronto posible. Consigue un cuarto. Por la paga no te preocupes, preocúpate por procurarme el mejor de los placeres carnales.
Sacó de un portafolio que conservaba bajo la mesa una gran cantidad de billetes y me dio parte de ellos para pagar la botella de tequila que aún no había destapado. Fui hasta la barra y le pagué a José; también le pedí las llaves del mejor cuarto del burdel. Fui hasta la mesa y tomé al sujeto de las manos y lo arrastré contenta porque con lo que lograra sacarle al hombre haría para toda la noche. Contenta también porque, como ya dije, era un hombre sumamente apuesto. En cuanto se puso de pie dejó ver un cuerpo atlético y una estatura significativa.
Entramos al cuarto y lo besé en la boca. Sus movimientos eran un poco torpes, quizás porque traía prisa. Decidí entonces entrar cuanto antes en materia y me arrodillé para bajar su cremallera. Descubrí allí un prepucio virginal que me asombró. Le pregunté por su edad y me obligó a callarme posando el dedo índice de su mano derecha en mi boca.
Antes de darme cuenta estábamos sobre la cama besándonos apasionadamente. Empecé a desnudarlo. Al quitarle la camisa pude ver una herida a su costado derecho, algo más abajo del corazón. Una herida profunda que no había sanado del todo. Lo miré interrogativamente pero no dijo nada al respecto. Siguió besándome. Seguí desnudándolo: le quité los guantes y presentaba heridas también en ambas muñecas. Heridas parecidas se veían en sus pies y cortadas superficiales aparecían en su frente.
Cuando debí haber callado le pregunté qué le había sucedido y sólo atinó a pedirme que no dejara de hacerle el amor, que lo merecía; no pude entonces evitar ceder a la tentación y metí mis dedos en la llaga de sus costillas.
Ya de cerca lo encontré más atractivo aún. Tenía cejas hirsutas y de un azabache casi tan profundo como el de sus prendas. Los ojos eran exquisitos en tanto que manifestaban una tristeza incurable. Lo saludé:
– Hola, guapo.
– Hola, mujer – respondió.
Su voz era dulce y casi me estremecí al escucharla. Acto seguido, le pregunté qué hacía un hombre tan bien parecido en ese lugar, refugio de esperpentos sin remedio ni mejoría y de fracasados incapaces de conseguir por su propia cuenta la mujer con la que soñaban. Contestó a eso diciendo que yo no debía juzgar a quienes frecuentaban estos sitios y menos frente a un cliente. Me pareció razonable, mas le dije que pretendía hacerle un cumplido. Después me dijo que su padre lo había enviado aquí como recompensa por haber cumplido satisfactoriamente una misión que le había encargado. Me contó que entre tanto había tenido que abstenerse de frecuentar mujeres y que esa era una urgencia en aquel momento.
Quise saber más sobre la misión, pero ya no me dio más detalles. Sonó entonces una de mis canciones favoritas y lo invité a bailar, pero se negó y fue directo al asunto.
– Mira, mujer, tengo prisa – dijo – y quiero estar en casa lo más pronto posible. Consigue un cuarto. Por la paga no te preocupes, preocúpate por procurarme el mejor de los placeres carnales.
Sacó de un portafolio que conservaba bajo la mesa una gran cantidad de billetes y me dio parte de ellos para pagar la botella de tequila que aún no había destapado. Fui hasta la barra y le pagué a José; también le pedí las llaves del mejor cuarto del burdel. Fui hasta la mesa y tomé al sujeto de las manos y lo arrastré contenta porque con lo que lograra sacarle al hombre haría para toda la noche. Contenta también porque, como ya dije, era un hombre sumamente apuesto. En cuanto se puso de pie dejó ver un cuerpo atlético y una estatura significativa.
Entramos al cuarto y lo besé en la boca. Sus movimientos eran un poco torpes, quizás porque traía prisa. Decidí entonces entrar cuanto antes en materia y me arrodillé para bajar su cremallera. Descubrí allí un prepucio virginal que me asombró. Le pregunté por su edad y me obligó a callarme posando el dedo índice de su mano derecha en mi boca.
Antes de darme cuenta estábamos sobre la cama besándonos apasionadamente. Empecé a desnudarlo. Al quitarle la camisa pude ver una herida a su costado derecho, algo más abajo del corazón. Una herida profunda que no había sanado del todo. Lo miré interrogativamente pero no dijo nada al respecto. Siguió besándome. Seguí desnudándolo: le quité los guantes y presentaba heridas también en ambas muñecas. Heridas parecidas se veían en sus pies y cortadas superficiales aparecían en su frente.
Cuando debí haber callado le pregunté qué le había sucedido y sólo atinó a pedirme que no dejara de hacerle el amor, que lo merecía; no pude entonces evitar ceder a la tentación y metí mis dedos en la llaga de sus costillas.
jueves, 15 de mayo de 2008
¿Y bueno, no puedes decir que no?
Nunca hubiera imaginado que Herman Hesse daría la respuesta que andaba yo buscándole en mi cama, dando giros, saliendo de casa, entrando de nuevo, sentada en la banqueta, viendo el cielo, empapándome.
Que todo lo que no había afuera lo tengo por dentro que ni los apapachadores abrazos de Morfeo traían consigo tanta paz como la voz que esta tarde escuché.
“¿Y quién buscaba entre los escombros de la propia vida el sentido que se había llevado el viento, quién sufría lo aparentemente absurdo y vivía lo aparentemente loco y esperaba secretamente aún en el último caos errante la revelación y proximidad de Dios?”
Lobo estepario
martes, 13 de mayo de 2008
Leche con pan
lunes, 12 de mayo de 2008
Una charla pendiente...
Nuestros pies descalzos hablan, dicen todo lo que no nos atrevemos a decir. Ellos muestran las debilidades, afirman lo que negamos, sostienen el cuerpo sobre el trapecio; estamos tan acostumbrados a estar en las alturas, lejos de todo, donde nada ni nadie puede hacernos daño, que nos da miedo tocar el suelo.
Pero tus pies y mis pies hablan cuando se tocan, desmienten todo lo que dice tu boca, cuentan secretos a voces.
Algún día tus pies y mis pies se revelarán... abandonarán nuestros cuerpos y tendrán esa conversación que tienen pendiente, y nosotros, que estaremos arriba escuchándolo todo, nos miraremos con esa mirada que se lanza antes de salir corriendo, pero será demasiado tarde, porque mandarán ellos y decidirán quedarse quietos ahí... uno delante del otro.
___________________________________
¡Aviso importante!
Tal vez, sólo tal vez, este sea mi último post en unas tres semanas... todo depende de lo que diga el glorioso doctor Gerardo Quintanilla, director del hospital donde pretende meterme cuchillo el oncólogo.
Si mañana ya no publico... ustedes sabrán disculpar el tiradero que se queda... prometo regresar en breve para poner este centro de espectáculos en orden.
Por qué no mejor me atiende el fabuloso Dr. House?, es mucho pedir?
Pero tus pies y mis pies hablan cuando se tocan, desmienten todo lo que dice tu boca, cuentan secretos a voces.
Algún día tus pies y mis pies se revelarán... abandonarán nuestros cuerpos y tendrán esa conversación que tienen pendiente, y nosotros, que estaremos arriba escuchándolo todo, nos miraremos con esa mirada que se lanza antes de salir corriendo, pero será demasiado tarde, porque mandarán ellos y decidirán quedarse quietos ahí... uno delante del otro.
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¡Aviso importante!
Tal vez, sólo tal vez, este sea mi último post en unas tres semanas... todo depende de lo que diga el glorioso doctor Gerardo Quintanilla, director del hospital donde pretende meterme cuchillo el oncólogo.
Si mañana ya no publico... ustedes sabrán disculpar el tiradero que se queda... prometo regresar en breve para poner este centro de espectáculos en orden.
Por qué no mejor me atiende el fabuloso Dr. House?, es mucho pedir?
domingo, 11 de mayo de 2008
Tengo miedo
Existe en mí una susceptibilidad infinita y un poder imaginativo más grande que lo que soy capaz de manejar en ocasiones.
Intento convencerme de que no hay nada ahí pero el miedo me inunda, que en el instante siguiente –como justo ahora– debo levantarme a encender la luz que mitigará este miedo inexplicable que de cuando en cuando me asalta.
sábado, 10 de mayo de 2008
10 pesos
Ayer estaba enfadada con el mundo... así que me recluí en mi lugar favorito, un lugar que de noche parece medio abandonado, esos ideales para ir con una lata de cerveza. Una vez que me la he bebido, la pongo frente a mí y juego a tirarle piedras, como si la lata fuera el mundo y yo una niña enfurruñada.
Pienso, luego existo.¿Y si me compro 10 pesos de bosque? ¿Y si la felicidad es eso?... abandonar cualquier cosa que me ate, irme al monte, comprarme una cabra y tres vacas, ordeñarlas cada mañana, comerme las papas que yo misma planté. Vivir lejos del mundo, lejos de todo lo que me aparte de ser yo misma. Abandonar el coche en una cuneta y comprarme una bicicleta, vivir con lo justo... revolcarme por la hierba fresca y verde, tirarme desde lo alto y rodar como un copo de nieve, oír los grillos por la noche... tener sexo a todas horas... (no había pensado que para eso necesitaré de una pareja).
Si es lo que tiene esto... que a poco de desear deseas un poquito más... yo me niego a pagar rentas desorbitadas, a trabajar doce horas diarias, quiero limpiar menos y leer más... quiero acabar siendo una viejecita en el monte, quiero estar sentada descalza en una mecedora y respirar aire no contaminado por ambiciones, por inútiles deseos, y sonreír, sonreír por dentro y por fuera... y revivir mi vida dos veces, al haberla vivido plenamente como he deseado y al recordarla... quiero estar durmiendo y oír los grillos, despertarme con el canto del gallo por las mañanas, saltar como una cabra y tener una mano arrugada y vieja que sepa sacar el sol de entre las nubes en los días de tormenta.
Pienso, luego existo.¿Y si me compro 10 pesos de bosque? ¿Y si la felicidad es eso?... abandonar cualquier cosa que me ate, irme al monte, comprarme una cabra y tres vacas, ordeñarlas cada mañana, comerme las papas que yo misma planté. Vivir lejos del mundo, lejos de todo lo que me aparte de ser yo misma. Abandonar el coche en una cuneta y comprarme una bicicleta, vivir con lo justo... revolcarme por la hierba fresca y verde, tirarme desde lo alto y rodar como un copo de nieve, oír los grillos por la noche... tener sexo a todas horas... (no había pensado que para eso necesitaré de una pareja).
Si es lo que tiene esto... que a poco de desear deseas un poquito más... yo me niego a pagar rentas desorbitadas, a trabajar doce horas diarias, quiero limpiar menos y leer más... quiero acabar siendo una viejecita en el monte, quiero estar sentada descalza en una mecedora y respirar aire no contaminado por ambiciones, por inútiles deseos, y sonreír, sonreír por dentro y por fuera... y revivir mi vida dos veces, al haberla vivido plenamente como he deseado y al recordarla... quiero estar durmiendo y oír los grillos, despertarme con el canto del gallo por las mañanas, saltar como una cabra y tener una mano arrugada y vieja que sepa sacar el sol de entre las nubes en los días de tormenta.
La felicidad no es nada material, ¡la felicidad es comprarse 10 pesos de bosque, una cabra y tres vacas! Si algún día soy capaz de renunciar a todo por la felicidad... búsquenme en la montaña.
viernes, 9 de mayo de 2008
Mi pie izquierdo
Mi pie izquierdo, el que me lía, el que me complica, el que vive la vida, el desahuciado, el inconstante, el que no piensa, el que actúa, el descarado, el que recibe los golpes, el aventurero...
Mi pie derecho... el que lucha cuando el izquierdo se rinde, el que le empuja cuando se queda dormido, el que piensa como puede, el que busca el camino...
Yo, mis sietes yoes que me acompañan (el yo pesimista, el yo alegre, el yo que lucha, el yo enamorado, el yo asustadizo, el yo orgulloso, el yo decidido) y mis pies... andamos siempre ahí, en esa línea que separa, en esa línea a veces sin retorno, andamos buscando desequilibradamente el equilibrio, y cuando lo encuentro siempre hay uno de mis pies, nunca he sabido cuál... que da un paso al frente.
miércoles, 7 de mayo de 2008
8 de mayo de 1998
La noche del jueves 7 de mayo llegué a casa después de discutir con el pelado en turno. No había nadie, y se me hizo raro, a esa hora –serían las 10 de la noche– papá siempre estaba ahí. Afuera, en el porche, fumando sus tabacos.
Busqué y busqué. Llamé y llamé. Al poco rato llegó La Negra, mi hermana mayor, venía llorando inconsolable. Me dijo entre sollozos que papá estaba internado, que había sufrido un infarto. Me alarmé, pedí me dijera en qué hospital estaba, quería verlo. Necesitaba verlo. Necesitaba ver a mi Ángel.
Después de decirme en qué hospital estaba, salí corriendo de la casa y tomé un taxi. Llegué y busqué el lugar, busqué información, busqué a mi mamá –fueron horas de búsqueda, que a la postre se han convertido en 10 años.
Busqué y busqué. Llamé y llamé. Al poco rato llegó La Negra, mi hermana mayor, venía llorando inconsolable. Me dijo entre sollozos que papá estaba internado, que había sufrido un infarto. Me alarmé, pedí me dijera en qué hospital estaba, quería verlo. Necesitaba verlo. Necesitaba ver a mi Ángel.
Después de decirme en qué hospital estaba, salí corriendo de la casa y tomé un taxi. Llegué y busqué el lugar, busqué información, busqué a mi mamá –fueron horas de búsqueda, que a la postre se han convertido en 10 años.
Estaba en un pasillo demasiado largo. Y ahí fue donde soltó la frase que más he odiado y que no he podido olvidar. No, no fue “está muerto”. La frase, si me lo permiten, me la guardaré.
Respiraba, dolorosamente aún respiraba. No me dejaron verlo sino hasta el siguiente día. Mi coraje crecía a cada minuto. Por qué chingados no lo trasladaban, no merecía estar ahí.
Lo vi, se veía tan pequeño, tan débil. Sólo atiné a tomarle las manos y acariciárselas. Me empeñaba en decirle que todo estaría bien, que él se repondría. Su rostro reflejaba amor y dolor. Cómo olvidar cada imagen de esas 19 horas.
Nos miramos y comenzó a hablar.
Lo primero en soltar fue: “Quiero pedirte que no te asustes”.
-Si no estoy asustada, me preocupa que aquí no tienen el equipo para atenderte, pero no te preocupes, ya viene la ambulancia para hacer el traslado-
- Gracias por hacerme feliz, hija. Te amo-.
No sé cómo contuve las lágrimas (espero algún día poder entenderlo), le dije que yo también lo amaba, que estuviera tranquilo, que no se iba a ir a ningún lado, que no le iba a pasar nada.
Él sí lloró, tal vez un poco porque sabía lo que venía, tal vez un poco por el dolor físico, tal vez por…
La ambulancia llegó a las 3 de la tarde, la gente del IMSS no quería dar el permiso de traslado. Me hicieron firmar un acta responsiva, esa donde yo, como mayor de edad, me hacía responsable de las consecuencias de sacarlo de ese horroroso lugar.
Subieron los camilleros y con ellos bajé al lado de mi Ángel y de mi madre. Nos fuimos en esa ambulancia acompañándolo. Aún me duele la mano derecha al recordar la fuerza con que me sujetaba.
Ese horrendo sonido de la sirena mientras circulábamos por Constitución. Aún me duele ese ulular de las ambulancias.
Uno, dos, tres estertores. Venía el definitivo. El que le arrancaría minutos más tarde toda fuerza vital.
Llegamos a ese hospital de la avenida Hidalgo. Sala de Urgencias. Movimiento. Un ir y venir de doctores y enfermeros. Comenzaron a correr. No pueden estar aquí. Me quedé a sólo unos pasos. Tal vez 10.
Llega el antagonista. “Lo siento”.
Respiraba, dolorosamente aún respiraba. No me dejaron verlo sino hasta el siguiente día. Mi coraje crecía a cada minuto. Por qué chingados no lo trasladaban, no merecía estar ahí.
Lo vi, se veía tan pequeño, tan débil. Sólo atiné a tomarle las manos y acariciárselas. Me empeñaba en decirle que todo estaría bien, que él se repondría. Su rostro reflejaba amor y dolor. Cómo olvidar cada imagen de esas 19 horas.
Nos miramos y comenzó a hablar.
Lo primero en soltar fue: “Quiero pedirte que no te asustes”.
-Si no estoy asustada, me preocupa que aquí no tienen el equipo para atenderte, pero no te preocupes, ya viene la ambulancia para hacer el traslado-
- Gracias por hacerme feliz, hija. Te amo-.
No sé cómo contuve las lágrimas (espero algún día poder entenderlo), le dije que yo también lo amaba, que estuviera tranquilo, que no se iba a ir a ningún lado, que no le iba a pasar nada.
Él sí lloró, tal vez un poco porque sabía lo que venía, tal vez un poco por el dolor físico, tal vez por…
La ambulancia llegó a las 3 de la tarde, la gente del IMSS no quería dar el permiso de traslado. Me hicieron firmar un acta responsiva, esa donde yo, como mayor de edad, me hacía responsable de las consecuencias de sacarlo de ese horroroso lugar.
Subieron los camilleros y con ellos bajé al lado de mi Ángel y de mi madre. Nos fuimos en esa ambulancia acompañándolo. Aún me duele la mano derecha al recordar la fuerza con que me sujetaba.
Ese horrendo sonido de la sirena mientras circulábamos por Constitución. Aún me duele ese ulular de las ambulancias.
Uno, dos, tres estertores. Venía el definitivo. El que le arrancaría minutos más tarde toda fuerza vital.
Llegamos a ese hospital de la avenida Hidalgo. Sala de Urgencias. Movimiento. Un ir y venir de doctores y enfermeros. Comenzaron a correr. No pueden estar aquí. Me quedé a sólo unos pasos. Tal vez 10.
Llega el antagonista. “Lo siento”.
De sus ojos aún abiertos rodaron dos lágrimas largas. Sólo estábamos mis hermanas, mi madre y yo. Recuerdo que mi madre me dijo: “Ya está descansando”. Lo único que me salió decir fue, apuntando a una de las tantas imágenes que había en el lugar: “¿Y ese es tu Dios; el que me lo quita?”. Salí del hospital y en los jardines prendí un cigarrillo. Vomité.
Todo fue una sucesión de recuerdos en cámara lenta.
Minutos más tarde –minutos que parecieron entonces largas horas– regresé donde él. Nos dijeron que podíamos entrar a despedirnos. Así lo hicimos. Mis hermanas y madre se acercaron. Parecía dormir. Lo abrazaron. Yo sólo me quedé en la puerta. Me decían: “Despídete de el, que después te vas a arrepentir”.
Me negué, porque lo veía y no, no era ya él. Todos creyeron que estaba en shock. Ángel y yo nos habíamos despedido horas antes. Nuestro epílogo comenzó horas antes, en aquel otro hospital, y lo cerramos en la ambulancia.
No tengo idea de por qué escribí esto. Tal vez, como desde hace 10 años, me niego a soltar su recuerdo. Tal vez sea una forma de honrar la memoria de la persona que marcó mi vida, la que me heredó lo mejor de sí.
Todo fue una sucesión de recuerdos en cámara lenta.
Minutos más tarde –minutos que parecieron entonces largas horas– regresé donde él. Nos dijeron que podíamos entrar a despedirnos. Así lo hicimos. Mis hermanas y madre se acercaron. Parecía dormir. Lo abrazaron. Yo sólo me quedé en la puerta. Me decían: “Despídete de el, que después te vas a arrepentir”.
Me negué, porque lo veía y no, no era ya él. Todos creyeron que estaba en shock. Ángel y yo nos habíamos despedido horas antes. Nuestro epílogo comenzó horas antes, en aquel otro hospital, y lo cerramos en la ambulancia.
No tengo idea de por qué escribí esto. Tal vez, como desde hace 10 años, me niego a soltar su recuerdo. Tal vez sea una forma de honrar la memoria de la persona que marcó mi vida, la que me heredó lo mejor de sí.
Y con este post número 100 te recuerdo.
lunes, 5 de mayo de 2008
Mis pies me han abandonado
Mis pies han decidido abandonarme, se han cansado de sostenerme, de no saber adónde ir... de dar tumbos de un lado para otro, de correr con demasiada prisa hacia ninguna parte.
Se han cansado de levantarme cada vez que me caigo y me han dejado aquí, abandonada, junto al último cigarrillo que encendí mientras veía cómo se iban enfadados.
Estoy segura que volverán por mí (me digo a mí misma mientras me sueno los mocos como una niña). Volverán por mí...
Se han cansado de levantarme cada vez que me caigo y me han dejado aquí, abandonada, junto al último cigarrillo que encendí mientras veía cómo se iban enfadados.
Estoy segura que volverán por mí (me digo a mí misma mientras me sueno los mocos como una niña). Volverán por mí...
domingo, 4 de mayo de 2008
Caga el cura, caga el Papa… de cagar nadie se escapa
Y también las supermodelos, las princesas, la Madonna, las buenonas…!!!
Queridas amigas, el Freak Show ha elaborado un minucioso estudio para mostrarles los mejores trucos en el tan común caso en que las sorprenda ese odioso “apretón” en los peores momentos, en los peores lugares. La entrada de hoy está dedicada a: “El momento cacas en la oficina”.
Todo empezó hace unos días, cuando La Zorris (el anonimato ante todo) empezó a enviarme mensajes a diario:
- La Zorris(LZ): Nena, me estoy cagando!
- Romina(R): Chingao, pues caga!
- LZ: Nena, estoy en la oficina. No me atrevo!
- R: No pasa nada, yo lo hago 2 veces al día!
-LZ: Me da vergüenza!
-R: Qué, sólo tú lo haces en el mundo? Los demás no tenemos esfínteres e intestinos?
-LZ: Ash, te estoy pidiendo ayuda, no que me des un sermón.
-R: Pues ve y CAGA!
-LZ: Mejor que se revienten mis tripitas.
Entonces decidí documentarme e investigar sobre el tema y aquí presento, en 4 puntos, el manual sobre cómo ser un gran cagador y salir triunfante de tu hazaña:
1. Que no haya testigos. Para ello se realizó un seguimiento de horarios de las demás mujeres de la oficina, llegando a la conclusión de que el mejor momento para ir al WC era la hora de comer, porque toda la oficina se queda vacía. Lo malo es que siempre hay alguna aguafiestas que se dedica a hacer horas extra y te puede fastidiar el plan.
2. Que el escenario de tu misión esté limpio. Esto no es fácil, puesto que (nos avergüenza reconocerlo pero hay que decirlo…) los baños de las mujeres siempre están tan sucios que parece que hayan pasado por ellos la Muñe y sus 30 primas (*la Muñe es una amiga de La Zorris que, lavándose los pies descubrió que tenía dedos). Y no me lo explico!! Las ves a todas ellas tan monas, tan arregladitas, tan peinadas, oliendo tan bien… Y no saben que mientras se hace pipí no se debe bailar reggaetón, porque se sale todo! Que el suelo no es la papelera de las toallas sanitarias! Y que si aprietas el botoncito que hay sobre la cisterna, magia!, el inodoro se lo traga todo y las que vienen detrás no tienen que ver tus intimidades!
Bueno, si en vez de un cómodo y limpio WC te encuentras con una pocilga, aprieta el culito y reza para llegar entera a casa! En caso contrario, limpia la taza con un trocito de papel antes de sentarte sobre ella. (Hiperimportante!!!! SIEMPRE –repito SIEMPRE– lleva un par de kleenex en el bolso, porque jamás encontrarás un trocito de papel higiénico en un km de diámetro para tu momento cacas!!!).
3. Sé rápida, hábil y discreta. Puede aparecer alguien cuando menos te lo esperes, así que no te lo tomes con calma porque, recuerda, esto es una situación de emergencia. Si se da el caso, vuelve a apretar las pompis hasta que estés segura de que se hayan ido, por si acaso acompaña algún residuo de metano. En cuanto lo sueltes jala la palanquita del agua, antes de limpiarte el culo, así queda menos olor! Luego límpiate bien, no seas cochina! Y sal cuanto antes.
4. El toque final. Sal corriendo pero en silencio, y cierra la puerta detrás de ti, así las demás creerán que está ocupado y no entrarán. Entra en el baño contiguo y jala la palanquita, como si salieras de ese baño. Y lo más importante: Sal con la cabeza bien alta! Como si no hubieras hecho nada, porque las mujeres somos muy listas y olemos el miedo!
Nueve de cada 10 mujeres que ha seguido las instrucciones de este manual aseguran sentirse mucho mejor. Ahora tienen mejor humor, un cutis estupendo y duermen mejor por las noches.
Queridas amigas, el Freak Show ha elaborado un minucioso estudio para mostrarles los mejores trucos en el tan común caso en que las sorprenda ese odioso “apretón” en los peores momentos, en los peores lugares. La entrada de hoy está dedicada a: “El momento cacas en la oficina”.
Todo empezó hace unos días, cuando La Zorris (el anonimato ante todo) empezó a enviarme mensajes a diario:
- La Zorris(LZ): Nena, me estoy cagando!
- Romina(R): Chingao, pues caga!
- LZ: Nena, estoy en la oficina. No me atrevo!
- R: No pasa nada, yo lo hago 2 veces al día!
-LZ: Me da vergüenza!
-R: Qué, sólo tú lo haces en el mundo? Los demás no tenemos esfínteres e intestinos?
-LZ: Ash, te estoy pidiendo ayuda, no que me des un sermón.
-R: Pues ve y CAGA!
-LZ: Mejor que se revienten mis tripitas.
Entonces decidí documentarme e investigar sobre el tema y aquí presento, en 4 puntos, el manual sobre cómo ser un gran cagador y salir triunfante de tu hazaña:
1. Que no haya testigos. Para ello se realizó un seguimiento de horarios de las demás mujeres de la oficina, llegando a la conclusión de que el mejor momento para ir al WC era la hora de comer, porque toda la oficina se queda vacía. Lo malo es que siempre hay alguna aguafiestas que se dedica a hacer horas extra y te puede fastidiar el plan.
2. Que el escenario de tu misión esté limpio. Esto no es fácil, puesto que (nos avergüenza reconocerlo pero hay que decirlo…) los baños de las mujeres siempre están tan sucios que parece que hayan pasado por ellos la Muñe y sus 30 primas (*la Muñe es una amiga de La Zorris que, lavándose los pies descubrió que tenía dedos). Y no me lo explico!! Las ves a todas ellas tan monas, tan arregladitas, tan peinadas, oliendo tan bien… Y no saben que mientras se hace pipí no se debe bailar reggaetón, porque se sale todo! Que el suelo no es la papelera de las toallas sanitarias! Y que si aprietas el botoncito que hay sobre la cisterna, magia!, el inodoro se lo traga todo y las que vienen detrás no tienen que ver tus intimidades!
Bueno, si en vez de un cómodo y limpio WC te encuentras con una pocilga, aprieta el culito y reza para llegar entera a casa! En caso contrario, limpia la taza con un trocito de papel antes de sentarte sobre ella. (Hiperimportante!!!! SIEMPRE –repito SIEMPRE– lleva un par de kleenex en el bolso, porque jamás encontrarás un trocito de papel higiénico en un km de diámetro para tu momento cacas!!!).
3. Sé rápida, hábil y discreta. Puede aparecer alguien cuando menos te lo esperes, así que no te lo tomes con calma porque, recuerda, esto es una situación de emergencia. Si se da el caso, vuelve a apretar las pompis hasta que estés segura de que se hayan ido, por si acaso acompaña algún residuo de metano. En cuanto lo sueltes jala la palanquita del agua, antes de limpiarte el culo, así queda menos olor! Luego límpiate bien, no seas cochina! Y sal cuanto antes.
4. El toque final. Sal corriendo pero en silencio, y cierra la puerta detrás de ti, así las demás creerán que está ocupado y no entrarán. Entra en el baño contiguo y jala la palanquita, como si salieras de ese baño. Y lo más importante: Sal con la cabeza bien alta! Como si no hubieras hecho nada, porque las mujeres somos muy listas y olemos el miedo!
Nueve de cada 10 mujeres que ha seguido las instrucciones de este manual aseguran sentirse mucho mejor. Ahora tienen mejor humor, un cutis estupendo y duermen mejor por las noches.
viernes, 2 de mayo de 2008
Rompecabezas
Cerró los ojos y sintió la pálida angustia del gris mezclándose en el lienzo, y el color azul de su propia muerte y su propia redención. Imágenes de tinta marcada en los ojos del gato a rayas, tinta roja, tinta antaño odiada y esperada en las inmediaciones de una estación olvidada del autobús.
El encuentro: una parodia furtiva, la de ayer y de siempre. Escuchar la última canción del vértigo es rememorar la ausencia y su piel moldeándose casi por siglos, en gritos, como una bella estatua en movimiento.
Pero ella supo que la melodía seguirá tocándose en sucesivas miradas y guitarras de una soledad sin ley ni minutos. No habrá de decirse más nada que las últimas palabras, cuando se decide el destino de las marionetas, encerradas todas en su propia locura: "You make me feel I can fly so high, elevation".
No quiero un novio, quiero un gato.
Y su amigo riéndose de ella, mientras el humo del cigarro inundaba los rostros y los rostros perecían y se alejaban como si estuvieran hechos en piedra blancuzca, y ella tocaba su mano pensando que seguía aún ahí, pero cuando volvía a mirar sólo sentía el humo y percibía la espuma caliente del café sobre su lengua.
¿Por qué vives tan triste? ¿Por qué escribes tan trágico? ¿Por qué no puedes tener una visión positiva?
Clases de superación que era mejor callar con un beso sobre sus labios húmedos. El beso resolvía su pobre paranoia por intentar que dejara de andar despeinada y con los pantalones rotos.
– Callado se ve mejor. Cuando habla, siento que lo daña todo con sus estupideces moralistas.
– Entonces déjalo–, le dijo Esteban. –Mejor andar solo que mal acompañado.
– Entonces déjalo–, le dijo Esteban. –Mejor andar solo que mal acompañado.
Ella pensó en su cuerpo, en su cuello pálido que podía recorrer poco a poco deteniéndose en cada cicatriz, en cada trazo que alguien más dejaba. De pronto, un pensamiento oscureció su rostro. Sus ojos se apagaron y sintió por un instante que podía ver todo con una claridad de espejo.
La última ficha se volvía la primera en el círculo interminable del olvido y la miseria dejada en cada sucio restaurante. Sintió lástima por Esteban, enamorado de ella y rebajándose a ser su mejor amigo, porque sabía que no podía ser más y que Mariana se perdería para siempre en los recovecos de un laberinto sin principios ni finales.
– También me gustas mucho.
– Jajaja.
– En serio.
– No digas eso. Sólo soy tu amiga.
– Jajaja.
– En serio.
– No digas eso. Sólo soy tu amiga.
Ahora, Mariana saldría del café y luego no creería en las leyes de un amor rosa enmascarado. Creería, apenas, en la redención del azul eléctrico y atrayente de una mirada, en la memoria de la piel escrita por otros, en la soledad que se resuelve con una salida para matar el tedio: un abrazo y un te amo, palabra prohibida y pronunciada en el recelo, perdiendo sus secretos, perdiendo su aroma.
Sin embargo, en aquel momento sólo saldría del café, con fe aún en un amor eterno, mientras las demás manos, pies, ojos y rostros unidos se dispersaban en un rompecabezas metamorfoseado, convertido en promesas y canciones que algún día hicieron llorar.
Abrió sus ojos negros para adorar esa tinta, la tinta de la seducción. Le vinieron aquellos recuerdos de la última conversación y fue cuando pensó que si era para matar la soledad, prefería un gato a un novio. Y la tinta de la seducción se regó en cada pequeño encuentro de personas que se cruzaban en las calles y en los recintos, y en los bares. No era sólo su tragedia. Era el infierno de todos los que vivían en ese sitio, que para su fortuna, jamás se volvería inmortal.
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