Cuando eres un cúmulo de emociones se te puede confundir con muchas cosas: una bomba de tiempo, un saco de lágrimas, una frágil esfera de cristal, un ventarrón o una tormenta...
Pocos logran comprender la tremenda fuerza que requiere ser depositarios de esa energía y lograr no explotar en mil pedazos.
El peligro está en tomarse demasiado en serio o sumergirse en el mar de emociones y perder de vista la otra realidad circundante.
Cerrar los ojos o mantenerlos abiertos, aguantar el sueño hasta caer rendidos o ceder de una vez por todas ante los embates de Morfeo.
Sigamos aprendiendo a fluir...