Inicia el año. Avanzo despacio y con olor a vainilla, con temor a precipitarme.
Son pasos lentos pero a la vez firmes, sin embargo, de ésos en los que en la huella se puede leer la palabra miedo.
Miles de direcciones se entrecruzan y aun sin saber adónde voy, sigo adelante, me gusta. Es el placer de lo desconocido y el dulce misterio de llegar a ningún lugar.
Desato los cordones de mis tenis y siento lo estupendo que es andar descalza... Y la libertad tatuada en mis pies.