miércoles, 21 de enero de 2009

O2

Después de la humedad, del sudor, de la saliva, del semen y sólo después del sexo, de su sexo, vuelvo a renacer.

Su carne es el alimento de esta pobre adicta de él que es lo que soy, al fin y cabo.

No me basta con tenerle cerca, no me basta con escucharle. Necesito saber, sentir que muere en mí, que la dureza de su erección lleva mi nombre. Que cada lametón es el inevitable impulso del deseo y mi boca su puerta al laberinto que le lleva a mi latiente entrepierna, donde vive hasta que yo muero.

Sólo después de esto quiero seguir viviendo.