Se miraba al espejo y no podía creer lo que veía: le habían crecido los ojos mucho, muchísimo.
Cada día que pasaba veía más y más cosas. Junto con los ojos crecían largas las pestañas y cada vez que parpadeaba sentía como si abanicara a al mundo. Estéticamente era algo más bien raro porque su nariz conservaba la misma forma extraña y su boca seguía siendo pequeña.
Se percató del crecimiento ocular inusual una mañana cuando al despertar pudo ver claramente las antenas de la hormiga que caminaba por la pared. Claro, al principio pensó que su vista se estaba agudizando y se sentía muy orgullosa de no haber continuado con la herencia familiar miope.
Lo que no lograba entender era que la demás gente no se diera cuenta de que se había convertido en una ojona en unas cuantas semanas. Ella había notado las 5 canas nuevas que tenía su jefe, la inflamación del oído izquierdo de su hermana y también que la mejor amiga de su madre se había inyectado un poco de botox en el labio superior, sin embargo nadie mencionaba la enormidad espontánea de sus ojos y eso la hacía sentir casi invisible.
Entonces decidió enfocarse a otras cosas, pronto ya no miraba la proliferación de pecas en las mejillas de su hermana sino el crecimiento de la colonia de pulgas que habitaba en su perro, observaba hipnotizada las diferentes tonalidades que tenía su suéter rojo en vez de observar cómo se contraían y dilataban las pupilas de ese chico que tanto le gustaba y que, secretamente, estaba más que enamorado de ella.
También dejó de verse al espejo temiendo que su rostro luciera deforme y que se le volviera una obsesión el contar los poros de su frente. Así que pasado el tiempo estaba casi segura de que debía parecer un pez ojos de burbuja y que era justamente por eso que la gente evitaba mirarla.
Por eso, la noche en la que el chico de las pupilas se la topó en el parque, ella ni siquiera lo vio llegar, estaba muy concentrada observando los cráteres de la luna. Cuando él estaba lo suficientemente cerca se quedó pasmado, jamás había visto una luna más hermosa que la que se reflejaba en esos bellos ojos.
De pronto ella dejó de ver la luna y vio sus propios ojos reflejados en ese par que la miraban sonriendo, entonces se dio cuenta de que sus ojos no habían crecido y que hasta ese instante había aprendido a ver y ser vista.