Las analogías con los simbolismos propios de la fecha llevan a mirar varias veces esta foto.
(Foto: Salem/Reuters)
Tres monitos regordetes, pero no envueltos en pan dulce, sino en algunos tapetes.
Los tres pequeños tendidos en el suelo tienen un destino más bien similar al de los primogénitos que nos narra la Biblia, Herodes mandó matar. La saña entonces obedecía al intento de evitar con ello la llegada del monarca anunciada por los Magos que desde Oriente habían acudido, a la misma zona convulsa de hoy, buscando ser privilegiados testigos del histórico acontecimiento anunciado por un astro que por primera vez atisbaron en el firmamento.
Se trata de tres nenes que seguramente no hacía mucho habían dado sus primeros pasos y que ahora no darán ni uno más.
En la misma imagen, de rodillas y con el rostro descompuesto, el lenguaje corporal del hombre no deja margen al error: ha reconocido al menos a uno de ellos. Flanqueándolo, esos dos individuos. A mitad lo sostienen, a mitad lo consuelan, pero ellos también tienen sus ojos fijos en esta imagen, que, sin embargo, les debe resultar tan familiar. Se nota que están curtidos en la tarea de retirar la cobija –mal plegada en las manos de uno de ellos– que cubre los cuerpos de los caídos, para que sus familiares puedan venir a reconocerlos.
¿Qué puede haber de más urgente en el mundo que terminar con estas dolorosas imágenes? Todo palidece frente a la dolorosa situación en la Franja de Gaza. En un país que no termina por serlo, con autoridades que se debaten entre la política, la religión y el fanatismo, las acciones de un grupo terrorista generan la ira incontenible de uno de los principales ejércitos del mundo que tiene como órdenes no detenerse ante nada, mucho menos ante civiles, para disuadir al netamente inferior enemigo.
Los tres bebés palestinos, todos sus pequeños compatriotas, como todos los miembros de su generación alrededor del orbe, merecen un futuro nutrido por afecto, alimentos y educación. No debe haber tema que nos interese más, no debe haber tarea que nos ocupe más, no debe haber omisión que nos ofenda más.