A veces se me antoja el capricho de querer vivir despacio… de poder pasear creyendo estar en una estampa, en una de esas postales que venden para los turistas.
A veces se me antoja fantasear con la idea de que algún día podré comer fresas, y quitarme las sandalias para andar por la arena, sin que el mar me dé terror ni el sol me queme.
Se me antoja la idea de querer abandonar todo lo que tengo… y marcharme a un lugar remoto.
Y por eso es el paraíso, porque la gente no se dedica a trabajar, sino a vivir.
A veces se me antoja pensar en helados o en tardes de invierno frente a la leña… en caldos de pollo, en calcetas de lana… en la flor del almendro y en la almendra recién recogida del árbol.
A veces se me antoja pensar que algún día podré asomarme a la ventana de algún lugar remoto a oler jazmín, a leer un libro y a vivir despacio... pero contigo.