Le gusta sentarse en ese café con terraza que da a Constitución a sentir el tiempo pasar acompañado por humo de cigarrillos, lectura y traguitos de café caliente.
Le gusta leer y reír o llorar o maldecir, dependiendo de lo que lea; y le divierten las miradas curiosas que lanzan los meseros o los otros comensales, como tratando de adivinar las palabras que desatan tales reacciones.
Disfruta mucho al pausar la lectura y, como si se trata de un ritual, encender un cigarro, quedarse viendo a la gente y los coches pasar, o las ramas de un árbol bailar y sostener la cálida taza de café entre sus manos frías.
Todo en esa experiencia le brinda un enorme placer, cosas tan sencillas como ésas la hacen sonreír.
A veces, mientras lee u observa, se le ocurren mil y un historias que quieren ser contadas.
Algunas las olvida y otras las escribe en la pequeña libreta que casi siempre la acompaña.
Le gusta esa tranquilidad de sentarse a leer y no esperar nada más...