No es que anoche haya querido matarme, ni que la sensación sea tan esporádica como corriente y por ello permanezca quieta en el lecho. No tiene nada que ver con eso. Es la tenue desidia constante, indisoluble, hastiada… la desidia de vivir.
No me mato por inercia, porque me da franca flojera. ¿Qué? No estoy segura. Pensar en cómo matarme es tan engorroso. Tiene que ser algo infalible y allí ya hay un problema mayúsculo. Nada es infalible y menos con mi mala suerte.
Hoy también tengo flojera de escribir. De seguir. De vivir. De respirar.
Necesito un tabaco.
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Hablando con mi amiga Martha, me dice que la colonia donde vivo sí está malvibrada… dos suicidios en menos de 40 días, y a unas cuantas casas de la mía… no, no estoy tan loca.
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Ash, ya sé, sólo que tenía que sacarlo.
Mejor ya me pongo a trabajar.