miércoles, 10 de junio de 2009

Hormonas


Y sí, bien es sabido que cada vez que viene Andrés y te visita te sientes en un estado catastrófico: te sale una espinilla (¡ahí está, hasta le puse marquito rojo!) y alguien lo nota, te sientes fea, te inflamas, el cabello no es dócil (bueh, nunca lo ha sido) y con nada se arregla. Lloras con las películas del Hallmark y te da rabia si ves el noticiero del Arqui y salen unos policías –que se supone deberían estar velando por tu seguridad– dándose en la madre entre ellos, trastocando la vialidad y otras linduras; te sientes si por la mañana nadie contesta a tus saludos.
En tu mente sólo existe la palabra CHO-CO-LA-TE, te pones chípil e IN-SO-POR-TA-BLE; tomas un dolac o un motrin con mucho ibuprofeno en grajeas de 600mg y, ¿qué pasa?, ¡sigues con el mismo puto dolor!
Te contestas y reclamas, te dicen y no te parece, te quieren y tú odias...
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Y sí, tienes razón, sí hay un día en que dices ash... ¿por qué me puse así?
Hormonas incontrolables... que sólo se vale pedir permiso que pedir perdón.
¿Podrían inyectarme testosterona, Dios?