domingo, 29 de junio de 2008

Descubriendo el sexo


No importa su edad, ni su nombre ni su nacionalidad. Acaba de descubrir el sexo, en toda la extensión de la palabra, y me llama y me habla de las cosas más obscenas del mundo con la naturalidad del niño que aprende a decir su primera palabra sin ser, verdaderamente, consciente del significado de ésta.

Y me río, y se ríe porque se sabe un aprendiz mañoso, de brazos y piernas fuertes, pero de alma tierna.

Su discurso no tiene fin, sólo la limitación de la tecnología es capaz de terminar con el entusiasmo del muchacho contando con detalle sus hazañas de amor, donde él es el protagonista de una historia que jamás imaginó vivir.

Me sorprende la naturalidad con la que su curiosidad consigue sonrojarme al preguntarme cosas como si el semen sabe a lejía. Y me río, y se ríe.

Y en medio de su historia, que en boca de cualquier otra persona parecería el guión de una película porno, me dice: -¿Sabes?, me ha dicho que me ama.