Un tinto en una copa de coñac, un camel smooth comprado con la excitación de aceptar la invitación tan compleja ... y el sonido del piano entre las persianas de madera semiabiertas, de manera que permitían penetrar los rayos de sol por la alcoba, el aroma del tabaco y el blues en el aire envolvían mi cuerpo…
Quiero sacar tu ser en melodía, eres oscura y luminosa a la vez... me decía mientras intentaba entonarme; era una experiencia alucinante, cada tecla movía una cuerda de mi cuerpo y al parecer realmente estaba encontrándola ya que con sólo tocarla podía excitar mis sentidos…
Sonreí tiernamente a estas palabras, habían trascurrido unas horas desde que era acariciada por él, en su alcoba, mientras recordaba cómo lo había conocido como restaurador de museos. En esa mañana luego de llevarme por todos los sitios turísticos, me invitó a conocer sus obras de arte, yo no podía negarme, me parecía tan interesante mirar la plasmación de su mente.
El único problema fue que las obras estaban en su cuarto. La noche anterior entre el sonido de la cuidad imperiosa y guantanamera nos habíamos dado el primer beso.
Más o menos es por re menor, déjame ver...
Dejó de tocar el piano, se acercó a mi rostro y con una mano me acercó hacia él diciendo en mi oído:
- me alucinas...
Sergio era un ser hermoso, su aspecto era el de un chileno aniñado; rubio, de ojos castaños, mirada profunda y un aire de pintor que me embriagaba.
¿Qué color te gusta?, me preguntó con voz baja y taciturna, dejando el blues del piano para sentarme entre las teclas del mismo como toda musa famosa de las películas gringas.
Violeta, le respondí cruzando las piernas para que el olor de mi sexo no envolviera el aire que circulaba entre mi aliento y el suyo.
Se levantó abruptamente, sacó de su morral tinta china de este color y empezó a dibujar una mujer desnuda en mis piernas...
¡Mis hormonas!, no podía resistirlo, de su boca brotaban versos de amor endulzando mi cuerpo, y con sus manos dibujaba mi desnudez...
-Necesito más lienzo, mujer...
Lentamente me retiró la ropa que fue cayendo una a una por su alcoba, mientras él sacaba más colores y pintaba en mis pechos las rodillas de esta mujer abrasadora...
Mientras me decía estas palabras, bajaba por mi cuerpo besando cada poro de mi piel, hasta llegar a mi vientre, donde empezó a saborearme con intensidad única. …Un orgasmo, dos, tres… mi cuerpo no podía más, me sentía perdida entre los gritos y el sudor de mi rostro…
Al día siguiente mi silueta tenía el cuadro más perfecto de todos y sus uñas tenían restos de mi piel. Pues sí, lo había logrado, curó mi dolor. Ya sólo existía placer en mis ojos.