No me mandes a dormir cuando planeo pasar la madrugada entera observando la luna. Poco me importa si en tu agenda dice que es mi hora de cerrar los ojos o si crees que debería pasar más tiempo soñando que buscando estrellas.
¿Para qué me quieres dormida sin sueño? Sería como si de pronto llegase La Muerte a pedirme que escatime la vida porque ella llegará por mí algún día.
Sabes muy bien que te quiero y que esto que tú y yo tenemos es algo sólido y duradero, por eso no olvides que me conociste rebelde y necia. No pretendas que de pronto sea una sumisa que vaya a la cama cuando tú lo ordenas.
Tampoco es mi intención hacerte enojar, sé de sobra lo que sucede cuando te marchas iracundo y me abandonas. Sólo quiero que recuerdes las madrugadas que hemos compartido, ésas en las que no faltan las risas, ésas en las que la creatividad fluye en torrentes inmensos.
Recuerda que más que una discípula, he sido una compañera y que mis ocurrencias te han salvado de morir de aburrimiento mientras el resto del mundo, obedientemente, duerme.